CAMBIO
DE GUARDIA EN EL PRECINTO…
Cruz estaba triste, los últimos
acontecimientos la habian preocupado mucho,
aquella mujer estaba atacando a los blancos mas vulnerables y desprotegidos,
entre esos Kent. Temia que lo mataran,
ya tenia una cicatriz precisamente por eso, no podia evitar ser como era.
Le sorprendió mucho ver un lujoso VOLVO
azul marino en el estacionamiento. Aquel
auto no era otro que el del senador Carlyle.
Foster Carlyle era sumamente apuesto, un
tanto mas joven que el doctor Lancaster, pero de un atractivo peligroso, que le
daba el ser un hombre casado. Casado con Camel Windshield una rica heredera que
lo llevo al éxito político que ahora tenia. Era el senador mas joven en la
historia del Senado norteamericano.
—Cruz Quirós, no puedo creer mi buena
suerte —. Dijo por todo saludo, ante la sorprendida chica.
—Ha pasado mucho tiempo —. Intentó permanecer tranquila. — ¿Cómo estás?
—No tan bien, antes de verte. Estás
bellísima — se acercó para verla mas de cerca. Era un hombre seguro de sus
atractivos, de sonrisa sexy que enamoraba a cualquier muchacha ingenua. Ya Cruz
no era esa chica, lo del veinte de
diciembre la marcó profundamente.
—¿Cómo está tu esposa?
—Debe estar bien, en París, con el
amante de turno —. Repuso con acento amargo —Sabes que nuestro matrimonio era
solo de conveniencia, con momentos de pasión y erotismo en medio.
—Podias haber terminado con eso, si tan
mal te sentías. —respondió, incómoda por el giro que tomaba la conversación —No
sé, que estás haciendo aquí, cuando en Panamá dejé bien claras las cosas entre
nosotros. Eres un hombre casado, respeta
a tu mujer, aunque ella no sea igual contigo, respétate como hombre y senador,
y por ultimo, respétame a mí, no arruines una carrera que me ha costado años
levantar.
—¿Me echas?
—Sí.
Ya no soy la chiquilla ilusionada que solo vivía por una mirada o
sonrisa tuya, en aquellos tiempos. Ya
tengo veintiséis años, una carrera en alza, y tal vez, si tomo la decisión
correcta, una familia y un hombre que me ame de verdad, sin secretos en medio
de los dos.
—Cruz, por favor, escuchame.
—No tengo nada que escuchar, Foster. Ya
hiciste tu vida, déjame hacer la mía. Por mi parte, esta conversación termino
hace mas de cinco años. Déjame
tranquila.
Y lo dejo en el patio de patrullas, sin
saber que Kent Lancaster presenció todo desde su auto.
—Con que tú, eres mi rival en el corazón
de Cruz María. Y para acabar de completar, eres casado. —se dijo —Bien, te la
voy a pelear. Ella es mía, y va a ser mía para siempre.
Kent apretó el puño, ahora la admiraba
más, por ser una mujer digna que no aceptaba ser relajo ni segunda opción de
nadie. Ni siquiera de un político famoso.
Al verla salir, enfilo su auto hacia la
acera donde estaba ella. Habia llegado a
buscarla.
—Hola, princesa. — aparentó
tranquilidad, aunque el corazón le ardía de celos.
—Hola, pensé que no vendrías a buscarme
después de lo de tu hermano. — y lo besa en la mejilla. El tacto de los labios de la chica en su
rostro lo hace estremecer, pero disimula.
—Tengo un par de minutos esperándote.
—Creo que te debo una explicación —dijo
la chica sonrojándose al recordar la conversación pasada —El hombre que viste
es el senador Foster Carlisle. Lo escolte cuando comenzaba la cosa en Panamá. Intento que tuviéramos un amorío, pero no lo
permití. Es un hombre casado, con una mujer rica, que puede fastidiarme mucho
la vida si le da la gana. No tengo
tiempo ni ganas de pasar por algo asi.
—Se parece mucho a mí.
—Físicamente, sí. Interiormente, lo dudo. —añadió con
convicción. —El inicio trabajando como valet parking en un spa de lujo donde
iban los ricos y famosos, alli le conoció la esposa, se encapricho con él, lo
hizo su amante, cuando los padres descubrieron aquello intentaron comprarlo
para que se alejara de la chica, pero ella hábilmente adujo que estaba encinta,
y logró casarse con él.
—¿Cómo sabes esa historia?
—Maryland, ella investigaba al admirador
cuando se enteraba que alguna de nuestras asignaciones se sentia atraída por
nosotras, en este caso, yo. Y lo que
descubrió no le gustó nada.
—Es muy protectora con ustedes.
—Lo es, en efecto —prosiguió —, luego de
casarse con él fingió caerse de un caballo para hábilmente perder al bebé.
Desde ese momento, él ascendió mucho en la política, volvió a la Universidad,
se graduó de abogado, todo esto a expensas de la plata de la esposa. Ahora, es uno de los senadores mas jóvenes
del Estado y se rumora que posiblemente se postule para la Presidencia.
—No te atrae nada ese mundo.
—No, él es una marioneta en manos de su
familia política y de su mujer, ese es un matrimonio de apariencias, no hay
sentimientos, cada uno anda por su lado, haciendo su vida. —repuso con amargura
y desdén —No es mi idea de un hogar, de una pareja, menos mal que no han tenido
hijos, los niños sufrirían mucho con ellos.
Y las cosas materiales no compensan el abandono y la falta de atención.
—¿Has pensado en lo que te propuse?
—Lo he pensado. Ya Crismary arregló lo
suyo, solo faltamos nosotros. No pienso esperar que esa loca vuelva a atacar
para tener una respuesta. —Respondió con angustia en la voz —Deberás tenerme
paciencia, no tuve novios, ni amantes, soy una libreta en blanco, se que a
muchos no les gusta enseñar a nadie a amar.
—No te exijo experiencia, Cruz. —levantó
la barbilla de la chica con ternura. —Es hermoso saber que la mujer que amas,
será única y exclusivamente tuya, sin huellas de caricias extrañas ni de besos
prohibidos y fingidos, una mujer para ti
solo, en cuyo cuerpo solo estarán tus besos y tus caricias.
Esos ojos azules, acerados, como los de
Kyle, la miraban apasionados. Cruz tembló interiormente al imaginar una
situación de total intimidad con él. Como besaría, como acariciaría… como…
—No te arrepentirás de haberme aceptado,
Cruz, voy a hacerte tan feliz, que no tendrás tiempo de pensar en tantas
tristezas que has tenido en tu vida.
Llegaron a la residencia universitaria
donde la chica vivía con su hermana Crismary y el resto de las compañeras del
precinto.
—Aquí me quedo. Gracias por traerme.
Kent la atajó suavemente por un brazo, acercándola
a su pecho. Cruz lo miró sorprendida,
por un momento no pudo hablar de la sorpresa.
—Espera, ¿te despides así de mí? — su
voz sonó sensual, seductoramente ronca y grave a sus oídos.
—Kent, yo…
No pudo seguir hablando, él le cerró la
boca con la suya en un beso largo, apasionado, se extralimitó al besarla. Y
ella no pudo casi responderle, no sabía como.
—No sabes besar — suspiró cuando separó
sus labios de los de la chica, —no es problema, te enseño a hacerlo.
Y volvió a besarla, esta vez con
suavidad, ternura y cariño, apretándola en sus brazos. Cruz le rodeo suavemente el cuello con los
brazos y dejo que se extralimitase todo lo que quisiera.
En una vieja galera, Ariane, estaba ardiendo
en fiebre, los golpes recibidos en la huida del departamento de Kyle, la habian
dejado con múltiples escoriaciones y hasta una torcedura de tobillo que le incapacitaría
por buen rato. Y la rabia que la consumía, tenia días que no dejaba su huella
de terror, sangre y dolor por las calles de la ciudad, todo esto por cinco
mujerzuelas entrometidas que con un cuchillo y un revolver la pusieron a raya
las tres últimas ocasiones que lo intentó.
—Aun no se pronuncia la última palabra,
volveré y voy a hacerles pagar con sangre todo lo que me han hecho…
Lo que no se imaginaba era que con ese
juramento firmaría su sentencia de muerte, a manos de alguna de ellas.