jueves, 3 de julio de 2014

NO ME DEJES OLVIDAR. PARTE V

—Marelka, tienes idea de lo que me acabas de decir.
        —Perdón, no debí decirle eso.  Usted no tiene nada que ver con lo que me haya pasado a mí en otro tiempo y en otro lugar.
        —Marelka, no huyas de mí, no sin antes decirme, la verdad de tus sentimientos hacia mí. —Acercándose a ella le levantó el mentón y mirándola a los ojos, dijo —Tus ojos no saben mentir, tú me amas.
        Marelka lo miró, y se vio reflejada en aquellos ojos profundos, no podía mentirle,  había perdido a Alex, en ese tiroteo aquel aciago veinte de diciembre. Y no podía permitir el perderlo a él también.
        —Marelka, yo estoy solo, y por lo que veo, tú también, porque no unir nuestras soledades y apoyarnos.
        Marelka sintió acelerar su corazón con aquella propuesta apasionada. Desde la muerte de Alexander, no volvió a sentir aquella emoción por las palabras de un hombre.  Era precisamente Joe Kane quien hacia el milagro de que tuviese nuevamente fe en la vida.
        —Joe, tengo que pensarlo.  No puedo hacer cosas a la ligera. 
        —Tenemos ya buen rato de estar saliendo, por las razones que fueran. —replicó, jugándoselas todas en ese momento — Me salvaste la vida, eso para mí significa mucho. No es fácil para mí, encontrarme que lucho por el amor de mi vida con quien ni siquiera está vivo para pelearla… peleo con el recuerdo de un hombre no con un rival. No pienso salir perdiendo.
        Marelka pensó, después de la muerte de Alex, ella intentó renunciar al mundo, tomando los hábitos. Solo que sus compañeras jamás la dejaron hacer lo que pensaba.  Ahora, la vida le ponía frente a un hombre físicamente idéntico a Alex, solo que más determinante y apasionado… que no aceptaría un no, por respuesta.
        —Solos, nos vencerán. Juntos, se le complica la cosa a esa criminal. No me pongas en manos de ella en bandeja, sabes lo que hará si me dejas.
        Tomó una decisión. Para bien o para mal, la amaba, ya Alex estaba en un lugar mejor que el suyo, ella estaba viva, pese a que le doliera estarlo.  Debía darse una segunda oportunidad para rehacer esa vida que aquel 20 de diciembre destruyó.
        —No soy perfecta, pero creo que merecemos una oportunidad para enderezar todo lo que se torció, en mi caso, la vida que el veinte de diciembre se me destrozó.  Solo que esta vez, estaré preparada para defender lo que aquella noche me arrebataron sin piedad.
        Joe la abrazó apenas escuchó que le aceptaba. Marelka al sentir el aroma del cuero de su chaqueta deportiva, mezclado con su aroma natural y el de su colonia, se sintió protegida. Unidos, enfrentarían todo lo que se presentara.
        Entretanto, el doctor Deauville, esperaba con paciencia a Atenas. Desde el concierto que dieron en la embajada de Kazajistán, donde vio por primera vez a su rival, el gobernante de aquel país, no habían vuelto a hablar. Esta vez, lograría convencer a la esquiva Atenas.
        No sospechaba que desde una esquina, una figura embozada en un jacket con capucha observaba con expresión de odio y furia. Era Ariane Papandreou.
        Nadie sospechaba que Ariane era paciente psiquiátrica hacía mucho tiempo, casi desde su adolescencia, por problemas de esquizofrenia, debido a un cuadro de abusos tanto sexuales como físicos en su niñez.  Lo que menos pensaba era que muy pronto se enfrentaría a cinco mujeres, con iguales carencias y cicatrices emocionales.
        Atenas salió del precinto, se había cambiado de uniforme, lucía un par de vaqueros con zapatillas azules y suéter polo caqui con el logo del Departamento de Policía. Y vio la alta talla del egipcio.
        —¿Demoré mucho, doctor?
        —No, aunque me preguntaba si no te habían retenido con algun papeleo de última hora, siempre pasa.
        Atenas miró alrededor y vio la figura fantasmal. El escalofrío que sintió, le dio a entender que la mujer que tenia a todos en jaque, estaba demasiado cerca.
        —Salgamos de aquí — dijo, aparentando tranquilidad, aunque interiormente no la sintiera.  Un nuevo ataque se planeaba, pero antes de que llegara a Karim, tendría primero que enfrentarla. Y no iba a venderse barata.
        Subió al auto, junto con el egipcio, no sin antes enviar un mensaje de whatsapp a sus compañeras.  Sola no se enfrentaría a ella.
        Al salir a la carretera, una moto se les fue detrás. Karim se dio cuenta inmediatamente.
        —Tenemos compañía.
        —Parece que la estamos volviendo loca — observó Atenas — Ya le hemos arrebatado dos de las fauces, y no pienso quedarme mano sobre mano mientras te convierte en fricasé.
        La moto aceleraba y sintió que empezaban a dispararle. Karim, que fue marine también, aceleró para distanciarse, pero ella no daba tregua.
        —Ya me colmó la paciencia — dijo Atenas, sacando una pequeña pistola calibre 25, arma que no solo era usada por el crimen organizado.  Era también parte del equipo de pelea de las chicas antiterrorismo, que comandaba Crismary, la preferida del comandante Acero Lancaster.
        —¿Qué vas a hacer? —preguntó Karim espantado al ver como Atenas abría la ventana del auto y se sentaba en el borde de la puerta, después de ponerle el seguro.
        —Voy a hacer que se salga del camino.  No te preocupes, ya lo he hecho antes.
        Atenas hizo lo que acostumbraba, cuadró puntería y dirigió su objetivo a las ruedas de la moto. Y disparó, haciéndola derrapar y quedar sembrada en una cuneta. Las patrullas quedaron atrás, donde la motocicleta cayó.  La chica volvió a sentarse en el asiento al lado del conductor y cerro el vidrio de la ventana.
        —Ahora si nos van a dejar tranquilos. — dijo mirándolo. —Sabia que intentaría acercarse, solo que no contó con que le saldría la bruja.
        —Así es, me quedé espantado cuando te vi sentada en esa puerta. — y mirando a través del retrovisor –Creo que de este vuelco no se salvó.
        —Mis compañeras deben estar leyendo sus derechos. —dijo satisfecha. —Esa, no molesta más.
        Lo que no sabía era lo equivocada que estaba. Sus compañeras llegaron al lugar donde volcó la moto, solo para encontrar el vehículo volcado, un casco y unos guantes en el suelo.  De ella, ni sombra.
        —¡Lo sabía!  —dijo Ornella dándose un golpe en el muslo con la palma de la mano —Esa es mas resbalosa que una guabina. Una mujer capaz de hacer cosas tan aterradoras, se escapa ante nuestras narices como si fuera la hija del amo y señor de los escapes difíciles. Houdini.
        —No puede llegar lejos, su señoría — repuso el comandante Kyle Lancaster, que acudió al lugar. —Me traje a la unidad canina.
        La unidad canina, eran cuatro canes de raza pastor alemán, entrenados como perros policías detectores de narcóticos, estupefacientes y también de restos humanos,  sumamente competentes como puede serlo todo animal entrenado para ayudar a la policía.
        Al oler una prenda de la mujer, salieron al bosque cercano cerca de la cuneta donde cayo la moto, entre ladridos.  Llevados por tres oficiales que los llevaban sujetos con una correa especial.  Sin embargo, luego de tres horas de intensa búsqueda, no lograron dar con ella.
        —No puede estar lejos, Atenas es buena tiradora, seguramente debe haberla rozado, — observó Kyle — Hay huellas de sangre aquí.  No llegará lejos.
        Crismary lo miró, alto, cabello castaño, ojos intensamente azules, por eso su apodo de “Acero”  lo mismo podían ser pasionales y cálidos, como fríos y crueles.   Un hombre que hacia que su corazón latiese descontrolado.
        —¿Y esa cara, princesa?
        —Otra vez se escapa, no me gusta. — respondió la chica con gesto frustrado. — Cada vez que se escapa, pasa algo.  Y me temo que posiblemente vaya detrás de ti.
        —No soy su tipo.  —sonrió con coquetería. —A ella le gustan como Vance y Kent,  a mi ni me mira.
        —Quisiera pensarlo y creerlo. De verdad, quisiera creerlo.
        Kyle se acercó a ella, provocativo e insinuante. Le puso ambas manos en los hombros y la miro fijamente a los ojos.
        —¿Eso, son celos? — inquirió —¿O me equivoco?
        No podía mentirse, sí, lo estaba. No como para matarlo, en el arranque de mío o de nadie. Lo estaba como una mujer que ama de verdad, sentiría los celos.
        —Sí. No voy a esconderlo.  No es la clase de celos enfermizos de tu ex pareja. — añadió — Es el celo de quien se preocupa por ti, que no quiere que te pase nada y de pasarte, es capaz de rifársela.
        Los ojos de Crismary, negros, de mirar cálido, envolvieron al hombre en su reflejo.  No podía escapar de su influjo.  Se acercó a ella.
        —Crismary, ya lo hiciste una vez. — respondió con calidez —Creo que debemos definir lo nuestro. Yo deseo rehacer mi vida a tu lado. Ya me harté de rubias tontas sin cerebro que lo único que saben son todas las formas del amor físico.
        Y era cierto. Crismary pensaba muchas veces, como esas mujeres satisfarían a un hombre como Kyle.  Y la comparación con ella misma la ponía triste e incomoda. Esas no sabían amar, como ella.
        Al ver la sombra en sus ojos, Kyle se acercó más. Ella tembló al sentir cerca aquel cuerpo atlético y fuerte que tantas veces observó en el polideportivo.
        —No te pongas así. —dijo al verla tan triste — No soy el príncipe inalcanzable que te imaginas. De hecho soy mas fácil de complacer que el resto de los hombres.
        Ella sintió que rodeaba su cintura con ternura atrayéndola suavemente a su pecho y abdomen.  El calor de su piel a través del uniforme. Tenia miedo, de ella misma, de él, pero sobre todo de perderlo en manos de aquella criminal.
        —Mírame. Niega lo que nos pasa. — la apremió apasionado. —Podrás huir de mi, pero no de ti misma, ni de tus propios sentimientos. No luches contra lo que sientes.
        Sus labios cubrieron los de Crismary, en un beso tierno, sensual, envolvente, que hizo que la chica le rodeara el cuello con los brazos.  Y el aprovecho para sentir el cuerpo de la chica en el suyo.
        —Tenia tiempo de no sentir contra mi cuerpo el de una muchacha. —suspiró sensual —Eres una tentación con una piel de vainilla y canela. Me encantas, Crismary.
        Ella apoyo la mejilla contra el pecho del hombre, gozando del aroma marino de su colonia y del jabón con el que se bañaba, combinado con el aroma natural de su piel.
        —Y yo no me entiendo, cuando estoy cerca de ti. No me entiendo.
        —No es necesario que te entiendas… solo siente, nos queremos, eso es lo que cuenta.
        Crismary pensó en Sam.  Desde aquel lejano día en 1988 que se vieron en el vestíbulo del Hotel Continental.  El recuerdo de él aparecía cuando menos lo esperaba. Y no ayudaba que Kyle se le pareciera tanto, pese a todo, ella sabia quién la besaba, y no era aquel constructor de la Florida.

        —Decidamos ahora lo que vamos a hacer de aquí en adelante con lo nuestro. Me quieres, te quiero, estas sola y yo también, podemos unir nuestros destinos, hacer algo bueno con ellos. Crismary, te necesito a mi lado.