NO ME DEJES OLVIDAR I PARTE
Una
fría mañana de octubre, con densos nubarrones que amenazaban con caer dentro de
unas horas, era el marco que encontró la detective Cruz María Quirós quien
llegaba a la oficina de la Fiscal de Distrito.
Leyó
con atención el reporte de criminalística sobre el último crimen cometido por
una asesina serial que tenía en jaque a todo el estado de Massachusetts, desde hacía
dos meses. El cadáver encontrado semi descuartizado en aquella residencia era
de un hombre de unos treinta años, que era paramédico en uno de los hospitales
del lugar. Se llamaba Anthony Harrison.
Lo dejaron desangrarse después de haberle cercenado sus partes sexuales,
desfigurado su rostro con ácido muriático hasta hacer casi irreconocible su
fisonomía… y una puñalada en pleno pecho, que abierto, carecía de corazón, porque
eso fue lo último que se le extrajo al cadáver. Una verdadera carnicería.
El macabro descubrimiento fue hecho por
la Cruz Roja del Estado, institución a la que el infortunado, pertenecía en su
calidad de paramédico. La vista de aquello fue tan escalofriante, que hizo
voltear la cabeza a los encallecidos investigadores, incluida la propia Ornella
Robles, que era la recién designada fiscal de Distrito.
Según declaración de un vecino de la
víctima, lo vio llegar la noche antes del hallazgo con una mujer rubia, de 1.65
de estatura, muy curvilínea, por que el fallecido tenía fama de ser un Don Juan
Tenorio.
-¿Recuerda a qué hora se retiró la mujer
que acompañaba al occiso?
-No estoy muy seguro de la hora en que
ella se marchó, hasta que escuché los ladridos del perro del fallecido que
alertaron a los vecinos. Nos encontramos con esto.
Los peritos de criminalística
encontraron sobre una mesa de centro con sobre de vidrio restos de filas de un
polvo blanco, al probarlo, el investigador le señaló a la fiscal.
-Doctora, este tipo se drogaba. Acabo de
probar esto y es cocaína.
-Grandioso, drogadicto también… Hay que
detener a este asesino, antes que cobre otra víctima. Esta clase de gente puede matar a cuatro o
cinco personas en el mes, y luego detenerse por un año o más para volver de
nuevo a lo mismo. Si se le intenta detener, acabará por atacar a todo aquel que
trate de detenerlo, el riesgo es inminente y mortal.
-Yo no me considero cobarde. Y mi gente
tampoco. Daremos pelea frontal.
Cruz María Quirós tenía tres años de
trabajar con la fiscal Robles, tenia veintisiete años cuando pasó del
Departamento de Policía de Boston al despacho legal de la jurista, luego de
concluidos sus estudios de leyes, aunque seguía siendo parte del Departamento,
era una de sus adjuntas al igual que su hermana Crismary, que había sido
oficial antiterrorismo.
-Doctora Quirós, la doctora Robles la
solicita en su despacho.
-Voy de inmediato.
Ornella Robles tenía seis años de ser
policía en el Departamento cuando por medio del congresista Maxwell Winthrop,
la propusieron en la terna para ser Fiscal de Distrito, a pesar de ser conocida
solo por su trayectoria como policía y detective, no tuvo problemas de simpatía
a la hora de ser elegida Fiscal. Conocía a todas sus subalternas ya que eran
compatriotas.
-Tomen asiento, doctoras. El motivo por
el cual las convoqué, es el caso de los asesinatos en serie que han preocupado
a la ciudadanía… Tenemos pocas pistas, habrá que indagar y trabajar mucho, con
un criminal que a todas luces no es un criminal cualquiera.
Fue pasando las imágenes que tomaron los
detectives de criminalística. Unas imágenes tan crudas y sangrientas, que a las
detectives hizo volver la cara.
-El departamento de homicidios, ha
estado en este caso por meses sin obtener mayores resultados, este criminal es
inteligente, sangriento, despiadado y con una seria enfermedad mental. Cinco
casos en el mes, y todos, profesionales de la salud, tres no han tenido suerte,
y dos de ellos, están en el hospital, malheridos, pero vivos. Y hay cuatro
testigos potenciales que pueden conducir a la captura del asesino. –dijo la
fiscal. –Desde este momento tendremos gente de la fiscalía encubierta en el
Hospital St James.
-¿Quiénes irán?
-Tú eres mi mano derecha, Cruz María,
irás al frente del grupo con Dácil Danerys Icaza, Dixiana Durán, Marelka
Vásquez Trejos, Carla Robles, Atenas Rojas, serán las infiltradas, ya Crismary
tiene suficiente con lo que le tocó…El jefe del equipo antiterrorismo fue
atacado por un misterioso atacante, que puede hasta ser el asesino serial que
estamos intentando cazar.
-Hay que entrevistarse con el director
del hospital. De eso se encargará el jefe de Asuntos Internos del Departamento,
porque aunque sean mis adjuntas en el despacho, aun son parte del Departamento
de Policía.
-Puede ser que no le agrade, y menos
después de lo que le pasó, recuerda que él fue la primera víctima de ese
asesino, si no paso nada fatal fue porque estaba de turno y me metí a salvarle…
-Si, y por eso te cortaron la cara.
-Son gajes del oficio… ya mañana sale
del hospital, la verdad temo que me diga algo sobre lo que pasó… ya saben cómo
es él.
-Dácil, ese hombre está impresionado
contigo desde lo de Panamá, recuerda que fue tu asignación… ya deja de darle
esquinazo.
EN
EL HOSPITAL, EL CAPITAN VANCE LANCASTER SE PREPARABA PARA SALIR. YA HABIA
FIRMADO EL ALTA, Y ESPERABA QUE DACIL LO FUESE A BUSCAR.
-¿Cuándo llegará? -se preguntaba mirando impaciente su reloj.
–Siempre es puntual.
Un instante después, una chica de unos
veintinueve años llegaba al hospital, tenían que ser sumamente observadores,
para ver que la chica tenía una marca en la mejilla… marca que haría que su
situación cambiara radicalmente.
-Buenas tardes, la habitación del
capitán Lancaster.
-La tercera al fondo del pasillo.
-Gracias.
Dácil iba con un nudo en el estómago.
Desde el día que la hirieron ella lo esquivaba, ahora tenía que enfrentar la
verdad de lo ocurrido aquella horrible noche.
-Listo para volver a casa, capitán.
Vance estaba apenas poniéndose la camisa
cuando la chica entró… Dácil sintió un peso en las corvas, cuando lo vio… aun
que ya no era un chico veinteañero, todavía tenía buen cuerpo… sobre todo con
el ejercicio que hacia… Un sonrojo que puso rosas en las mejillas de la chica…
y coloreo un poco la cicatriz que más que eso era una simple rayita en la
mejilla.
-¿Cuándo me vas a tutear, Dácil? -le preguntó aun sin abrocharse la camisa.
–Las cosas entre nosotros han cambiado mucho, para que no me tutees.
-Si no lo hago, es por respeto, capitán.
No estamos en privado.
-Aquí no hay nadie más que tú y yo. –y
se acercó, inexorable. –Tenemos una conversación pendiente, no he olvidado lo
de esa noche. Tenemos que hablar.
-Capitán… no me haga las cosas más
difíciles.
El se acercó… Dácil tembló… ese hombre
la hacía trastabillar emocionalmente… sintió sus brazos rodear su cintura…
-Tres veces me has salvado la vida…
¿quieres que te las recuerde? No has olvidado, Dácil, lo sé.
Dácil levantó la mirada y se reflejo en
unos ojos verdes con reflejos azules… que le paralizaron por dentro… sus labios
se fundieron suavemente en los de ella… un beso lento, dado con toda la
experiencia que un hombre de casi cuarenta años puede tener…
-Dácil… te quiero. Tú estás sola, yo
también, ¿Por qué no unir nuestras soledades?
Las palabras del hombre la
estremecieron… la propuesta que estaba esperando desde que lo conoció en
Panamá, cuando fue integrante de Reacción Inmediata… Allá fueron dos las veces
que le salvó, al llegar al país, que intentaron secuestrarle, la segunda el día
8 de mayo, dos días después de las elecciones generales, y la tercera, que fue
la de hacía dos semanas… No, tres veces ya era demasiado.
-¿Me está proponiendo…?
-Sí, sé que no soy el marido perfecto,
que paso más tiempo en la oficina que en mi casa, pero ya me cansé de estar
solo, de que la que se me acerque solo vaya por el cargo, el dinero que gano y
las deferencias y atenciones que puedan venir aparejadas por solo el hecho de
ser mi pareja… Lo ocurrido en Panamá
hizo que te mirara con otros ojos… y con esto, me decidí… Casémonos, ambos
estamos solos, compartamos nuestras soledades…
Era difícil ignorar el reto de aquellos
ojos verdes y lo sabia…una decisión que cambiaria una vida entera.
-Déjeme pensarlo. No puedo responder ahora. ¿Nos vamos?
Vance se terminó de abrochar la camisa.
Y salieron del hospital… tenerla cerca de por sí, le alteraba los sentidos…
quería abrazarla, besarla… y muchas cosas más… y sabia que si se lo proponía podía
lograr de ella cuanto quisiera.
Dácil condujo el auto. Mientras él la
miraba recordando las cosas ocurridas en Panamá, comparándolas con las que
estaban pasando en ese momento.
-Irán al hospital donde trabaja Kent.
-Sí. Tu hermano menor está entre los
posibles objetivos de la misma que casi te rebana la masculinidad… ya lleva
ocho personas muertas, con el mismo patrón, y no pensamos darle más oportunidad
para que haga más daño.
-Yo me salvé por que estabas ahí, aunque
quisiera haber sido yo el que sufriera esa cortada en la cara.
-Lo sé, no me acompleja. Son marcas de guerra… no se es buen policía
sin algunas de ellas.
La mirada del hombre acaricio todos los
rincones de la figura de la chica…deteniéndose en los puntos que más la hacían
sonrojar. Busto, piernas, muslos… y trasero, cuando se bajó del auto…
-Me siento incómoda cuando me mira de
esa manera.
-¿Te molesta que te mire con deseo? Podrás tener una cicatriz en la cara, pero
todo lo demás está bien puesto donde debe.
Y me gusta lo que estoy viendo…
-Vance.
-Piensa en lo que te propuse, es la
única solución para este problema… además, yo sé que me quieres… tus ojos no
saben mentir. Y no puedo evitar pensar
que…
-No lo digas…
-No es nada malo… me gustaría mucho
verte con ropa íntima sexy… -sonrío con picardía. Y tenerte para mí toda una noche…
Dácil se sonrojó violentamente… recordó
sin querer a Logan, su antiguo jefe en la compañía petrolera, antes de que las
regresaran a Panamá. Se dio cuenta del
repentino oscurecimiento de esos ojos verdes…
-Debo irme, me esperan.
-¿Pensarás en lo que te dije?
-Ya veremos. –dijo la chica azorada y
aun ruborizada.
EN
EL ST JAMES HOSPITAL… ORNELLA TENIA UNA ENTREVISTA CON EL DIRECTOR DR. HORST
LINDSAY.
-Supongo que no hay más remedio que
aceptar que estén mezcladas con el personal de planta.
-Son órdenes del gobernador. Preferí hablar contigo primero, para que
estés al tanto. En la lista de posibles
blancos hay varios médicos de tu hospital, entre esos, el hermano menor de los
hermanos Lancaster, que forman parte del Departamento de Policía.
-Ah, Kent… el Don Juan Tenorio del
hospital. No solo nos causa dolores de
cabeza, sino que ahora está en la mira de ese asesino…
-Sin contar con los otros doctores, hay varios que encajan en esa descripción, porque
también sospechamos que tiene que ver algo con lo de Panamá. Y de eso no te salvas tampoco.
-Yo no soy un Don Juan, como él, por
algunos elementos míos podría meter las manos en el fuego. Pero si están en la
mira de ese asesino fantasma, al menos debo alertar y que tomen las medidas
necesarias… y que sepan quienes están mezcladas entre las enfermeras.
-Nos presentarás con el jefe.
-Si.
Lucy Andros, atendió a las chicas,
incluyendo a la fiscal, que también iba a actuar encubierta en el piso de la Dirección
Médica. Cruz María vio de lejos a Kent, que había sido atacado por el asesino
fantasma hacia algunos días, en el estacionamiento, y gracias a los
conocimientos de artes marciales del joven galeno, el asesino huyó sin hacerle
daño.
-Igual de sexy como lo recordaba de lo
de Panamá.
-Y esos ojazos…
El hombre del que hablaban, era un
verdadero regalo para los ojos, 1.85 de
masculinidad y personalidad arrolladora, dueño de unos ojos azul acero, y una
sonrisa que hacia sonrojar a la más valiente.
-No creo que me haya olvidado.
-Enfréntate, recuerda que él es la mano
derecha del director…
Lucy, que ya estaba informada del
asunto, le dijo con brevedad lo que pasaba en el hospital.
-Esta joven se encargara de tu
seguridad. Cruz María Quirós.
-Un gusto conocerte… -dijo, estrechando cálidamente
su mano, en la que deslizó un papelito.
-Igual, doctor Lancaster, me han hablado
muy bien de usted.
-Son solo rumores. –sonrió el galeno,
que sabía quién le hablaba, y la tomó suavemente del brazo. –Lucy, discúlpanos,
tenemos que hablar algo en privado…
Y se la llevo hacia una esquina… del
pasillo ante la mirada atónita de la enfermera.
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