Otro
día en el hospital… la enfermera Gisela Figueroa, como siempre laboraba en la
recepción cuando llego un hombre con muletas, quejándose de un esguince en un
pie… nada extraordinario, si hubiera sido algo rutinario, pero ambos eran
agentes encubiertos, que investigaba un caso de varios pacientes adinerados que
habían entrado por diversas enfermedades, y habían quedado recluídos en el
pabellón psiquiátrico de aquel hospital… para luego morir en circunstancias
harto sospechosas…
Unos instantes después, el hombre salió
sin muletas, pero al hacerle un examen de rutina, este acabo en una lucha para
someterlo… al ver que lo inyectaban, ella le preguntó a su compañera.
-¿Qué pasó con él?
-Nada, Gisela…el tipo está loco…
-Pero, si él entró por un esguince de
tobillo… no por problemas psiquiátricos, además no parece…
-No te busques líos con la
administración, recuerda que solo tienes dos semanas en el puesto, si te ven
husmeando, te echarán sin derecho a pago.
Gisela miró a su compañera, pero en su
pensamiento, se formó una imagen. –Si supieras realmente quien soy, no estarías
tan fresca como una lechuga. –pensó.
Y averiguó quien era el hombre que se
habian llevado para el pabellón de psiquiatría.
-Vincent Cardella.
-Me parece conocida esa cara… y su
nombre también…
-Ten cuidado, Gisela, ellos no saben
quiénes somos, y en qué estamos… puede ser un peje gordo de la mafia, y si es
asi, mejor ni te metas… puedes salir quemada.
-No me parece mafioso… parece más un
agente del FBI, o uno de la fiscalía de distrito que maleante pagado por la
mafia.
-Esos así, son los que más engañan…
-Ya veremos, al salir, iré a
informática o a la sección de archivo para ver si es quien afirma.
Cuando salio del hospital, fue a la
dirección de informática para averiguar quién era el misterioso loco nuevo.
-Vincenzo Cardella Jr. Me parece que este nombre es conocido.. tanto
para los nuestros como para otros.
-Gracias, Kimberly.
-De nada, amiga, ¿para qué necesitas la información?
-Es el tercer individuo que le hacen un
examen en el hospital, luego de un rato, lo declaran loco, y lo meten en una
celda aislada… No me extrañaría que intentaran hacer lo mismo que hicieron con
los demás…
UN RATO DESPUES…
-Chica, tengo noticias… el susodicho es
un peje gordo. Es agente del FBI. De las
fuerzas especiales contra el crimen organizado…
-¡Virgen santa! Esto va a echar por tierra meses de trabajo.
-Su jefe es Gerald Mc Pike… y no anda
solo, hay como tres mas metidos en el mismo lío.
-O sea que pueden quedar los tres
metidos en problemas…y no hay suficientes de las nuestras para en caso de que
las cosas se salgan de control, rescatar al que más esté en riesgo.
-eso sin contar que estamos
interfiriendo en su trabajo… Gisela, no te expongas innecesariamente.
-No lo haré… esto ya se pasó de rosca.
El tiene que saber que todos no estamos en su contra…
-Recuerda a tus hijas…
-No son mis hijas, son mis sobrinas… se
que debo pensar en ellas, pero no me sentiría bien si dejo esto así.
Se las arregló para entrar al pabellón
psiquiátrico… Estaba sedado, estaba ojeroso, pero era sumamente apuesto… como
todo ítalo descendiente… cabello muy negro, sedoso y rostro sumamente varonil y
atractivo…
-Lo sacaré de aquí, agente. –dijo –No
se cómo, ni cuando, pero de que lo saco de ésta, lo saco… no todos aquí estamos
en su contra…
Y salió de la habitación del hombre… y
se introdujo en el consultorio del Doctor Coleman.
-Veremos que hay aquí, tiene que haber
algo sobre él…
Leyó el expediente, psicológicamente
violento, y otras cosas nada agradables.
-Casi esquizofrénico…¿Quién tendría
interés en que lo encerraran y declararan loco?
Fotocopió todo, lo guardó en un sobre,
y salió del consultorio… y se fue a ver a Kimberly, la encargada del archivo
criminal.
-¡Cómo te hiciste de esto! No quiero pensar lo que hará la gente de él
cuando sepa que estamos interfiriendo… Nos vas a buscar un lío.
-Necesito localizar al jefe de éste… o
no doy un céntimo por su vida, si sigue sin que le vengan a rescatar. Y nos
meteremos en un problema con su gente, si no intervenimos.
-Estuviste en el consultorio del doctor
Coleman…
-Ya se como murieron los otros… a este
le piensan inyectar lo mismo… Pentotal sódico.
-¿Estás segura?
-Segura como que lo vi… eso se lo ponen
a los condenados a muerte…
Su compañera en el hospital, que
también era policía infiltrada, marcó el numero de la seccional del FBI en ese
Estado… no podían correr el riesgo de
que muriera, y les echaran la culpa.
ESA
TARDE, EN EL EDIFICIO DEL FBI.
Jerry Mc Pike estaba inquieto, el
examen médico de Vincent no aparecía, y él tampoco, solo le decían que lo
tenían en aislamiento y que no se le podia visitar… por eso encontró extraño
que dos policías lo visitaran en su oficina.
-Soy la sargento Ángeles Ferrer y mi
compañera es la oficial Gisela Figueroa. Tenemos algo que comunicarle sobre el
agente Cardella.
-No aparece el examen que le hicieron
en el hospital… y lo tienen en aislamiento… dicen que lo que tiene es
contagioso, pero no me dan más información…
-Una pregunta, agente Mc Pike… ¿Su
compañero tiene algun problema de índole mental o emocional que usted sepa?
-No, siempre ha sido muy centrado, un
poco temerario y arriesgado, pero en este oficio, quién no lo es… ¿Por qué me
pregunta eso, sargento Ferrer?
-Estamos investigando una serie de
muertes extrañas en ese hospital… gente de dinero y con recursos… han muerto
extrañamente, luego de ingresar por cosas simples, como un esguince de tobillo
o un malestar estomacal… y unos testamentos donde dejan todo a ese hospital…
tenemos varios meses de estar tras la pista del director y de otros empleados
de esa clínica…
-El agente Cardella tiene enemigos….
-Muchos, en esta división contra el
crimen organizado, eso es lo que más se cosecha… no debería extrañarle…
-Hay cuatro posibles blancos, entre
estos su agente, inspector Mc Pike, se que esto es cosa de ustedes, pero están
en nuestra jurisdicción, y es asunto de nuestra competencia… le guste o no.
-Esta bien… ya que es vuestro caso,
exijo saber quiénes son… y al menos, de que nacionalidad.
-Yo soy norteamericana, pero tengo
ascendencia venezolana… y mi contraparte es panameña en el exilio.
Mc Pike se dio un golpe en el
muslo. El que fuera panameña en el
exilio, le daba a entender que era una mujer que no era tímida para encarar un
riesgo…
-Respeto su opinión, sargento, pero
preferiría que la oficial Figueroa no interviniera, son gente que no se cuida, se
lanza al peligro sin importarle nada, tenemos gente de su país en el FBI, y
sabemos cómo son…
-Yo confío en Gisela, ella no es
imprudente, si lo hubiera sido, jamás le hubiese confiado una operación
encubierta, yo entiendo sus temores y sus aprehensiones, pero no tiene que
preocuparse…
-¿Podemos hablar a solas un momento?
-Claro.
Te espero afuera, Gisela.
Cuando quedaron solos Gisela le contó
como hicieron para entrar en el hospital.
-Era testigo del fiscal de distrito, lo
que disparó nuestras alarmas… fue la manera como murió, sin ese testigo, el
caso se cerraba, como efectivamente pasó…fue cuando determinaron que debía
haber un policía encubierto… se la mala fama que tenemos, pero yo tengo a tres
personas por quien desvelarme, y las que quedarían desamparadas si me pasara
algo a mí. Mis hijas.
-¿Es usted casada?
-Una larga historia que no tengo tiempo
de contarle… si les falto, será para que queden dando tumbos por la vida, y no
quiero, se lo prometí a la madre de ellas, que las cuidaría… y velaría por que
no les faltara nada, por eso soy policía…
-Tiene un enemigo, Grant Farley, era de
los nuestros hasta que supimos que trabajaba para los dos lados.
-Deme carta blanca para actuar, no le
defraudaré…
-Está bien, agente Figueroa.
AL DIA
SIGUIENTE…
Gisela entró al consultorio, afuera
estaba el auto de la policía… que fue avisado por si cualquier novedad, y
también gente del FBI.
-Jamás se sabrá cómo murió Cardella…
una excelente venganza… igual que los otros…pagará con su vida el haberme
sacado de circulación…
Con aquella confesión grabada, Gisela
avisó a los de afuera…
-Ya confesaron y grabé…pueden entrar.
Mc Pike junto con efectivos policiales,
entraron en la clínica con orden de allanamiento,
-¡Esto es inaudito! –Dijo el doctor
Coleman -Los demandaré.
-Si yo fuera usted, no estaría tan
seguro, doctor. –Dijo una voz fina detrás de él, que se volvió para encontrarse
con una nueve milímetros en manos de una jovencita con uniforme de enfermera
–Oficial Gisela Figueroa, Distrito 35, precinto 9 , Estado de Washington.
Enfrenta una acusación por homicidio múltiple.
Mc Pike se dirigió a la habitación de
Vincent… que estaba amarrado a la cama.
-Ya era hora de que aparecieras… me
consignaron como loco furioso y me pusieron camisa de fuerza… todo por una
pierna lastimada.
-Estuviste cerca de que te
mataran…pero, no sé cómo lo haces, siempre logras que una linda chica se la
rife por ti.
-Una linda… No entiendo.
-Lo sabrás después… sal, estás libre.
Y no solo estaba libre, sino que le
ajustó las cuentas al que lo encerró.
-Ahora, Jerry me vas a explicar qué es
eso de que una linda chica se la rifó por mí….
En ese momento reparó en Gisela, que
llevaba uniforme de enfermera, se había quitado la cofia.
-Permíteme presentarte a la oficial
Gisela Figueroa, policía de Washington, estaba trabajando encubierta… por ella
estás vivo.
-Pero…cómo supo que yo…
-Estábamos en esto desde hace meses, un
testigo de la fiscalía en un caso de alto perfil contra delincuentes
internacionales, murió de manera extraña al ingresar a esta clínica por una
cirugía menor… como el caso se vino abajo, nos avocamos a investigar… por lo menos
salvamos a cuatro pacientes, incluido usted… lo iban a eliminar hoy, pero yo me
metí, y no me arrepiento de haberlo hecho.
Vincent miró a la chica, casi veintinueve años, bonita, como todas las
mujeres latinas… unos ojos negros de mirar dulce, aterciopelado, acariciante… y
un rostro inocente…la verdad, ese momento bastó para quedar encadenado a esos
ojos de dulce y triste mirar.
-¿Cómo agradecerle? Le debo la vida…
-No se preocupe, cumplía con mi deber,
para eso me pagan.
-¿La volveré a ver? No quiero que nos despidamos así.
Gisela pensó inmediatamente en sus
hijas… ellas necesitaban un padre que las guiara, formara y educara… sola, era
difícil, pero no imposible. Y la verdad, lo que la impulso fue el no querer
permitir que un tipo tan interesante y atractivo tuviera un fin tan triste.
-Estoy en el precinto nueve, distrito
treinta y cinco… asignada a homicidios. Puede pasar a visitarme cuando quiera.
-No lo olvidaré. –dijo con una abierta
y sensual sonrisa que hizo temblar el corazón de la chica. En el vacío que había sido su vida desde antes
de encargarse de sus hijas, no había cabida para el amor, sin embargo ahora
éste tocaba a su puerta… un rayo de luz se deslizaba en su niebla emocional…
ahora podría pensar en el amor… no como en algo lejano e irreal… sino como una
dulce e inefable realidad.
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